Pichetto trató de pelotudos a los aplaudidores y dio una clase magistral de cómo lograr concensos para la gobernabilidad

La Ley Omnibus del presidente Milei se aprobó en general con un rol protagonista del rionegrino que garantizó los votos. «Dejen de aplaudir, no sean pelotudos», reaccionó Miguel Angel Pichetto en una de sus intervenciones en el recinto. No sorprendió a quienes lo conocen hace años. Tampoco llamó la atención que se haya transformado en… Ver artículo

Por REDACCIÓN

La Ley Omnibus del presidente Milei se aprobó en general con un rol protagonista del rionegrino que garantizó los votos.

«Dejen de aplaudir, no sean pelotudos», reaccionó Miguel Angel Pichetto en una de sus intervenciones en el recinto. No sorprendió a quienes lo conocen hace años. Tampoco llamó la atención que se haya transformado en la máxima figura del Congreso a la hora de debatir en la Cámara baja la Ley Ómnibus y la forma en la que negoció los distintos cambios para lograr su aprobación. El rionegrino, un hombre que goza desde 40 años de las miles de la politica, al que muchos daban por acabado, se erigió en una figura clave y se posiciona como uno de los pocos interlocutores confiables con el gobierno nacional.

Pichetto es el mismo de siempre. El que apuesta todo el tiempo a defender las instituciones y el que supo caminar las polvorientas calles de Sierra Grande. El abogado que junto con su amigo (luego juez del STJ) Víctor Sodero Nievas comenzó a ganar mucho dinero con las causas laborales de la minera Hipasam y luego entró a la política. Su crecimiento fue directamente proporcional a su alejamiento del terruño que lo convirtió en concejal primero y presidente del Concejo, cuando no existía la figura de intendente.

Es el mismo que defendió durante 12 años al kirchnerismo como presidente de bloque del Frente Para la Victoria en la presidencia de Néstor Kirchner y luego siguió los dos mandatos de Cristina Fernández. También el que presentaba los discursos del gobernador Mario Franco antes de que lo derroque la dictadura en 1976 o el que compartió el escenario con Carlos Menem, cuando desde el socavón de la mina anunció la «revolución productiva». Ya no estaba en el pueblo cuando el riojano la privatizó y el cierre provocó el exhodo de la mitad de la población.

El maluhumor de Pichetto es casi permanente. Es uno de los miembros de esa casta a la que apuntó Milei en su campaña. Como ejemplo, en 40 años, solo dejo de cobrar salario del Estado durante algunos pocos meses. Es que desde que volvió la democracia, siempre ocupó cargos públicos y sólo estuvo afuera cuando junto con Macri perdió la elección presidencial  y luego pasó a integrar la Auditoría General de la Nación.

Este año volvió al Congreso. Su primer ingreso como senador fue en 2001, ungido por Menem. Pasó en la Cámara alta 17 años y cinco presidencias: Fernando De La Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Mauricio Macri. Hoy ya no representa a Río Negro, a donde la población permanentemente lo rechazó en las urnas, en 2015, cuando perdio por paliza con Alberto Weretilneck en el debut de Juntos Somos Río Negro en una elección provincial.

Precisamente aquel rival en las urnas hoy lo necesita. La relación de ambos supo pasar por diferentes estados. Pichetto fue el que recibió el llamado de Cristina Fernández durante el mediodía del 1 de enero de 2012, pocas horas después del crimen de Carlos Soria.  La presidenta no sabía pronunciar el apellido del cipoleño, pero fue clara con respecto a la continuidad del gobierno y una posible nueva elección.

«¿Qué dice la Constitución provincial?». le preguntó la presidenta a su hombre fuerte en el senado que permanecía en el despacho de la intendencia del municipio de Roca junto con las máximas figuras políticas del peronismo rionegrino. Pichetto respondió: «Dice que en caso de ausencia del gobernador, debe asumir el vice», y escuchó del otro lado el tradicional tono imperativo de Cristina: «debemos mantener la institucionalidad».

Pichetto es un hombre del derecho y las leyes, y de la misma manera que no sometió a discusión aquella decisión de la presidenta, también intentó explicarle a los integrantes de La Libertard Avanza cómo se debe transitar los pasillos del Congreso. Cómo se logran los concensos que garanticen la gobernabilidad. Y les dio una clase de pragmatismo legislativo: «un twitt y un vaso de agua no se le niega a ningún gobierno» o cuando les lanzó un reto: «a los que queremos que colaborar con que la ley salga, tratemos de que las pelotas que van afuera, no las metan al arco y hagan gol. En la jerga de la Cámara, el oficialismo se lleva la ley y la oposición de lleva el discurso».

Lo cierto es que en la situación en la que está hoy Río Negro, el gobernador necesita un interlocutor con Nación y ese rol lo puede cumplir Pichetto.

Weretilneck tomó una postura fuerte que comunicó por Tweet contra el «los voy a dejar sin un peso» de Milei. Pero contrariamente, su diputado Agustín Domingo votó a favor. No es más que un gesto, una puerta abierta a una negociación con la presidencia para que aumenten los ingresos. Una alternativa es la coparticipación del impuesto País que se tratará con largas horas de debate.

No hay nada firmado que garantice el cumplimiento del acuerdo. Y aunque el gobierno nacional demuestra una y mil veces su desprecio a la política y su rechazo a cualquier negociación, Weretilneck tiene aún una carta para jugar cuando la Ley Ómnibus llegue al Senado. Allí, Mónica Silva, su reemplazante deberá obedecer el mandato de su líder y su voto dependerá del cumplimiento de los acuerdos previos.

 

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