¿Porqué el agotamiento del kirchnerismo no tiene vuelta atrás?

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El 19 de mayo del 2011, la entonces presidenta, Cristina Fernández, en medio de una disputa con el grupo Techint, lanzó una frase con consecuencias catastróficas para el peronismo: “Si quieren tomar decisiones que armen un partido” dijo. La oposición tomó nota de esta provocación y en junio del 2015 nació el frente electoral: Cambiemos,… Ver artículo

El 19 de mayo del 2011, la entonces presidenta, Cristina Fernández, en medio de una disputa con el grupo Techint, lanzó una frase con consecuencias catastróficas para el peronismo: “Si quieren tomar decisiones que armen un partido” dijo. La oposición tomó nota de esta provocación y en junio del 2015 nació el frente electoral: Cambiemos, que más allá de la audacia de Mauricio Macri en utilizar la estructura nacional de la UCR, el éxito principal de la fórmula fue montarse ideológicamente en un sujeto antagónico que nació en los albores del kirchnerismo: la contra hegemonía liberal individualista antiestatal, el sustento real del anti-kirchnerismo, una sustancia que suplementa al desdibujado anti-peronismo.

Este sujeto es producto de la situación nunca resuelta que fue “el modelo”, al que Atilio Borón describe como un tipo específico de articulación entre el proceso de acumulación capitalista, las formas de dominación política y la organización de la vida social.

Porque “el modelo”, si bien logró medidas compensatorias minimizando los estragos del neoliberalismo, hay que aclarar que los efectos en medidas económicas retrotrajeron los indicadores en el mejor de los casos a valores del año 1998. Pero estos logros no instauraron un modelo distinto que permita el crecimiento económico, reduciendo de manera sostenida la pobreza y la desigualdad, o que mejore la calidad de los servicios públicos y de bienes públicos fundamentales como la salud y la educación.

La socióloga, Paula Canelo, sostiene que este sujeto se acercó entre 2003 y 2011 a nuevos consumos, valores y aspiraciones que fortaleció su individualismo y generaron nuevos desafíos de representación que el kirchnerismo no logró resolver, porque jamás pudo incorporar las preocupaciones meritocráticas de las clases medias, o las aspiraciones individualistas de los sectores populares y de clases medias bajas en vías de ascenso.

En la mirada kirchnerista era casi lo mismo el dueño de una Pyme que pudo viajar por primera vez al exterior, que Madanes Quintanilla, el dueño de Aluar. No supo compensar simbólica o políticamente las nuevas demandas o malestares sociales derivados de los procesos de inclusión económica.

Por el contrario, hizo de la politización de las desigualdades y la confrontación con adversarios sociales y políticos de todo tipo un estilo de gobierno y liderazgo, concluye Canelo. Por otro lado, el kirchnerismo hizo culto a un sujeto del desarrollo de la informalidad, una idea de que el crecimiento de Argentina estaba en los microcréditos para hacer pastelería, pan casero o arreglo de bicicleta con monotributo social y no en la inversión de I+D.

Este fin de ciclo se da principalmente por un agotamiento de la astucia“ Rodolfo Lasse Paniceres

Desde el plano ideológico la situación no es mejor, ya que no han logrado incorporar de manera circunstancial a otros actores dentro de la cadena equivalencial de alguna de las iniciativas de desarrollo económico, sólo hubo una fugaz alianza interpartidaria en una ley de corte liberal como fue la IVE. Esta dificultad radica en la desorientación ideológica con un corrimiento en los hechos a la centro derecha (Por ejemplo, con el congelamiento de la movilidad jubilatoria o manteniendo los subsidios en las tarifas eléctricas a las clases medias y altas) pero con una conciencia de centro izquierda, más allá del autoengaño peronista de creerse por encima de las categorías bien definidas por Norberto Bobbio.

Este fin de ciclo se da principalmente por un agotamiento de la astucia, por repetir en la actualidad recetas económicas de otras coyunturas, que allá por el 2011, Matias Kulfas advertía un nulo diálogo con el sector agropecuario producto de la batalla por las retenciones móviles, por falta de visión para evitar el creciente déficit comercial y energético (por mayores importaciones y tarifas congeladas) y, por último, la solución de apuro a esa cada vez más acuciante falta de divisas: el cepo cambiario de 2011. “Lejos de ‘profundizar el modelo’, el tercer kirchnerismo debió contentarse con ‘aguantar el modelo’” sostenía el actual ministro.

Ahora el “aguante” es en términos de liderazgo, de territorio, el partido que representaba, según Mario Riorda, a una clase obrera industrial urbana, a un campesinado rural empobrecido y a fuertes núcleos de sectores conservadores del interior se ha convertido en un partido de un tercio, ya no es de masas sino, disculpen el chiste, de masitas.

Porque su líder buscará conservar lo que se pueda: La provincia de Buenos Aires, algunos municipios del conurbano y otros gobiernos en el resto de la Confederación. Porque la visión de la otredad nacional, propia de los momentos de la Batalla de Caseros, es moneda corriente en este gobierno y en las acciones de inyectar una batería de políticas públicas en su país de siglas -PBA, CABA, AMBA- en detrimento de ese calificativo peyorativo que recibe el resto del país de “interior”.

Esto es por dos razones, la primera es que a la vicepresidenta ya no le quedan grandes trucos debajo de la manga, porque a ella ya no la subestiman, la miden por el peso real que tiene. Y la segunda es que el heredero no es el Facundo de Hugo Conte, sino es una persona que no es lo que ella esperaba, y no hay nadie además del heredero en sus planes porque su visión nunca fue el trasvasamiento generacional sino más bien ha sido el enroque matrimonial.

Por Rodolfo Lasse Paniceres – Licenciado en Ciencias Políticas- Director de Estudio Par Consultores