¿Se abre PASO a la alternancia?
Por Facundo Matos PeychauxLos oficialismos provinciales argentinos rara vez pierden elecciones. Con más recursos económicos, institucionales, políticos y mediáticos que las oposiciones, las fuerzas que dominan los gobiernos provinciales son prácticamente invencibles en Argentina. En seis de los veinticuatro distritos (Formosa, La Pampa, La Rioja, Neuquén, San Luis y Santa Cruz), el partido que llegó al poder en 1983, nunca lo abandonó. Lo mismo había pasado en Jujuy, hasta el triunfo de Gerardo Morales en 2015. Una extensa literatura politológica se ha ocupado de analizar este fenómeno, que ha ilustrado con la imagen de «canchas inclinadas».
Sin embargo, la imagen fue algo diferente en las elecciones pasadas. Con la consolidación de Cambiemos como fuerza nacional y su sorpresiva irrupción en algunas provincias, a muchos oficialismos subnacionales les llegó su primera derrota en mucho tiempo.
Los factores que se le pueden encontrar a las caídas electorales que sufrieron algunos oficialismos a priori prácticamente invencibles pueden ser varios. La aparición de una opción electoral opositora competitiva suele ser siempre un canal atractivo para la expresión del descontento con el oficialismo. Asimismo, el uso del voto opositor en las elecciones de medio término como mecanismo de contrapeso y la inexistencia de figuras de peso político fuerte –como no ocurre, por lo general, en las ejecutivas– pueden haber contribuido, en mayor o menor medida.
No obstante, lo que hizo la diferencia fue antes que nada la sorpresiva inserción de Cambiemos en las provincias. Con los recursos económicos, institucionales, políticos y mediáticos que la Presidencia ofrece (la cancha que también se inclina a nivel nacional), pero también con una construcción y un despliegue de política territorial inéditos para una tercera fuerza de origen distrital en el país.
El deseo de acompañar con el voto al Gobierno Nacional en una gran parte de la población y el lugar que ocupa históricamente en muchas provincias el radicalismo, estructura sobre la que se construyó el armado de Cambiemos desde 2015, colocaron al oficialismo nacional como primera o segunda fuerza en todas las provincias. Incluida Santa Fe, donde superó al socialismo, pero no al peronismo, y Río Negro, donde hizo lo mismo con el oficialismo provincial Juntos Somos Río Negro (JSRN), aunque no con el justicialismo local. La única excepción fue Chubut, donde las dos variantes peronistas que disputan poder en la provincia se quedaron con los dos primer y segundo lugar.
Asimismo, muestra el voto de confianza al Gobierno Nacional el hecho de que ninguna de las provincias donde el oficialismo cayó, haya sido una de las gobernadas por Cambiemos.
No obstante, María Page, investigadora asociada del programa de Instituciones Políticas de Cippec, matiza el fenómeno. «En una elección primaria y en un proceso de medio término donde se eligen legisladores –dice–, hay que usar con prudencia las nociones de victoria y derrota. Dependiendo de las reglas que rigen en cada provincia y de la oferta, los resultados pueden anticipar la general o no».
Nivelar desde arriba
Las listas patrocinadas por gobernadores vencieron en 14 de 24 distritos (58,33%) en esta oportunidad, apenas por encima de la mitad, aunque una porción significativamente más baja a la histórica. El peronismo cordobés y el socialismo santafesino son solo un ejemplo de mayor exposición dentro de un universo más amplio.
Para el peronismo pampeano, fue la primera derrota desde 1985. Mientras tanto, el Movimiento Popular Neuquino (MPN) perdió su octava elección para diputados nacionales sobre 18 que compitió desde el retorno de la democracia (44%), el peronismo santacruceño –como el jujeño, hoy fuera del gobierno– cayó por sexta vez (33%), y el PJ puntano y pampeano fueron derrotados por tercera y segunda vez cada uno (16% y 11%). En La Rioja y Formosa, los oficialismos retuvieron el primer lugar en las últimas elecciones, como lo hicieron ininterrumpidamente desde 1983, con una única excepción (en 2015 y 1999, respectivamente).
Si la cancha está inclinada en las provincias, solo desde arriba se puede nivelar, muestra la experiencia. En los distritos con menor alternancia, solo cuando existieron importantes oleadas nacionales a favor de opciones no peronistas (1983-1985, 1997-1999, 2015-2017), perdieron los oficialismos provinciales en elecciones legislativas. En el caso de Neuquén, a esos períodos se sumaron los de las tres oleadas nacionales peronistas (1989, 2007 y 2011), que dejaron atrás al MPN.
«Los resultados de estas elecciones son una advertencia, un aviso de que en algunos lugares donde hay un partido hegemónico, al calor del Gobierno Nacional, se organiza una alternativa», señala Page, en ese sentido y anticipa que «posiblemente, esos gobiernos van a tener que convivir con un poco más de incertidumbre electoral, lo cual es muy sano».
Poco nuevo bajo este cielo
En el corto plazo, la derrota de las listas apoyadas por mandatarios peronistas en varias provincias, junto con el buen rendimiento de Cambiemos, debilitarán a la incipiente Liga de gobernadores que el cordobés Juan Schiaretti, uno de los grandes derrotados de las elecciones que pasaron, intentaba consolidar junto a varios que también sufrieron reveses en sus distritos.
En el largo plazo, este renovado dinamismo político podría parecer allanar el horizonte para la emergencia de gobernadores no peronistas en provincias que hasta ahora no tuvieron alternancia.
Sin embargo, el fenómeno tiene poco de nuevo y la experiencia es sabia consejera en ese sentido: aunque los oficialismos provinciales cayeron en varias oportunidades en elecciones legislativas de medio término, solo en una única oportunidad una oleada nacional se tradujo en un cambio ejecutivo a nivel provincial, rompiendo con décadas de hegemonía oficialista en un distrito (Jujuy en 2015). Como observa María Esperanza Casullo, los fenómenos que tendemos a ver muchas veces apresuradamente como novedosos, por lo general no lo son tanto.
«En las provincias donde el partido del Presidente no estaba en el gobierno, las elecciones ya eran más competitivas porque el apoyo del Gobierno Nacional ayuda a la oposición, cierra la brecha», apunta Page, en la misma línea, y advierte por ende que «no puede interpretarse como una elección ejecutiva donde (una derrota) implicaría alternancia». «Darle el gobierno a otro, las decisiones sobre la distribución de los recursos públicos a otro, es otra decisión. Y donde el gasto público tiene mucha participación en la economía provincial, vemos que al electorado le cuesta más arriesgarse a cambiar», subraya.
Muchos oficialismos provinciales tropezaron en esta oportunidad. Pero un tropezón no siempre es caída. «La falta de competitividad es estructural, no es algo que se cambia de un día para el otro», sintetiza Page.
JSRN y la debilidad de la marca
De los 14 oficialismos que perdieron en estas elecciones, el caso rionegrino es en más de un modo particular.
A diferencia de muchas otras provincias citadas, como Neuquén, San Luis o Santa Cruz, Río Negro sí tuvo alternancia. La Unión Cívica Radical (UCR) gobernó de 1983 a 2011, cuando dio paso al peronismo, mientras que desde la ruptura de Alberto Weretilneck con el justicialismo, gobierna la provincia Juntos Somos Río Negro (JSRN). En ese sentido, ser oficialismo es una ventaja a la hora de ir a elecciones en la provincia, aunque no tanto como en otras jurisdicciones. Retomando la metáfora, la cancha rionegrina está menos inclinada que la de sus pares.
Por otra parte, el sello JSRN tiene apenas dos años y un grado de instalación muchísimo menor que el de otros oficialismos provinciales, como el Partido Justicialista (PJ), el MPN o aún las versiones locales de Cambiemos, también creadas recientemente. El amparo que ofrece la marca a sus candidatos, por ende, también es considerablemente menor. Más aún cuando compitió contra dos espacios muy fuertes, con referencia nacional clara (un dato no menor en elecciones para cargos nacionales) y cuando JSRN es un espacio dependiente de –y creado en torno a– Weretilneck, en un contexto en el que su gestión no está en el mejor momento.
En este marco, la caída al tercer lugar del oficialismo provincial es una sorpresa por los antecedentes (nunca antes el partido de gobierno había terminado por debajo del segundo puesto en la provincia), pero menos extraño en la comparación con otras provincias.
En su primera elección legislativa como oficialismo, tanto el MPN como el Movimiento Popular Fueguino (MPF) resultaron perdedores. Treinta y dos y veinticuatro años después, respectivamente, el primero de ellos sigue siendo gobierno, mientras el segundo es una fuerza de cuatro legisladores provinciales y una senadora nacional que, en alianza, quedó en cuarto lugar en las últimas elecciones. ¿Qué camino seguirá JSRN?